Pocas ciudades del mundo, sea por la calidez de sus gentes, por su cultura de vivir la calle, por su clima suave y apacible o por el carácter abierto y alegre de los sevillanos, pueden presumir de tener 365 días y noches del año para el ocio y el disfrute de la cultura, los espectáculos y la riquísima gastronomía local.
Algunas de sus fiestas mayores, como la Feria y la Semana Santa son mundialmente conocidas. La misma Feria de Abril llega a acoger hasta un millón de visitantes en sus efímeras calles. Las manifestaciones musicales y culturales se multiplican en sus teatros, escenarios y, como en ningún lugar del mundo, en sus calles.
Las famosísimas “tapas”, esas pequeñas maravillas de las gastronomía local, hacen las delicias del visitante, que tiene la oportunidad de saborearlas en infinidad de variedades, a cuál más sabrosa y sorprendente.
Tradiciones como los “seises” niños que ejecutan una danza sagrada que se remonta al siglo XV, o la misma procesión del Corpus Christi con las espectacular custodia repujada en plata maciza, desvelan una ciudad capaz de conservar tradiciones seculares.